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miércoles, 22 de agosto de 2018

El peso de las derrotas


Una vez fui a una entrevista de trabajo donde conocí a un psicólogo. La indignante espera de casi 2 horas hasta que nos llamaron para entrevistarnos, dejó una conversación bastante interesante. La charla fue muy enriquecedora, como me atreveré a relatar en este artículo. Y digo me atreveré, porque ni tengo el conocimiento de las mismas palabras técnicas que tuvo en su día este compañero psicólogo, ni mucho menos soy yo uno y por tanto seguramente no podré explicarlo tan bien como sí lo haría un psicólogo profesional. 

Pues bien, hablando con él me comentó que muy en general existían 2 tipos de personas. En la psicología, (como en muchos campos) existe una tendencia en clasificar a las personas en distintos grupos, lo cual aunque es un método muy criticado, es bastante útil desde el punto de vista de simplificar las cosas y ayudar a encontrar soluciones. Una de las ramas en el campo de la psicología era tratar de comprender que existen personas optimistas, y otras pesimistas. Sin pretender en este artículo poner énfasis en el aspecto más filosófico, (pues ya sabéis lo que dicen algunos pesimistas: que es un optimista bien informado, o un realista) a raíz de este debate me explicó cosas muy interesantes sobre la forma de enfocar o analizar la vida en el caso de ciertas personas. 

La memoria selectiva en general aquí juega un mal papel. El clásico ejemplo es el del póker. Nos acordamos en seguida de cuando hemos tenido un golpe malo de suerte, por ejemplo perder una mano que teníamos ganada al 98%. De eso nos acordamos, nos eliminan del torneo de póker a escasos minutos de lograr ganar mucho dinero, y ese recuerdo será inolvidable. Atrás quedarán quizá las muchas manos anteriores donde fuimos nosotros los que en mayor o menor medida, tuvimos suerte y conseguimos llegar hasta allí. 

La sencilla metáfora o ejemplo del póker, también se aplica en el othello. Debido a una memoria selectiva que sesga más quizá nuestros fracasos que nuestros éxitos, existe cierta tendencia al pensamiento pesimista o negativo en gran parte de la población. Simplemente, hay muchas personas que olvidan sus éxitos y únicamente recuerdan sus fracasos, conformando así pues, una personalidad relativamente pesimista o negativa, que en última instancia implica cierta tristeza o desánimo. 

En el othello estoy convencido de que sucede lo mismo. Podemos comprobar o recordar aquella partida que perdimos por equivocarnos en el juego final, y no recordamos las muchas veces que hemos ganado, quizá de igual manera ante otro rival. Tal vez no nos ponemos a pensar, o tal vez no le damos mayor importancia, pero desde un punto de vista lógico, tanto derrotas como victorias, deberían tener la misma importancia. Aquí me gustaría aportar ciertos datos objetivos: la mayoría de jugadores de othello cosechamos parciales de un 50% de victorias (o más) por lo que, en teoría (solo en teoría) no nos deberían preocupar las derrotas, pues ganamos aproximadamente en proporción el mismo número de juegos que perdemos. 

Aquí es interesante darse cuenta de que una derrota no se asimila igual para un jugador con un ratio de 50% de victorias que para uno con un 80%. Psicológicamente, el jugador con el ratio más elevado de victorias está en general menos preparado para asumir esa derrota, aunque siempre hablando de una manera muy general, pues siempre dependerá de su personalidad y de como entienda el juego. Sin embargo, lógicamente no debería sentirse triste por perder, pues en la mayoría de ocasiones es él el que gana los juegos, y seguramente con algo de suerte en muchos de ellos. En el othello, como en muchos juegos, la suerte se puede perseguir. 

Aclarados estos pequeños incisos o sesgos psicológicos, existen jugadores que tras jugar un torneo, quizá piensan en esas derrotas más que en la propia victoria, en conocer gente, en pasar un día agradable y en general, todos los aspectos positivos de jugar al othello. No poder sobreponerse de esas derrotas y arrastrarlas como una lacra, como fueran parte de un tatuaje del que no te puedes desprender, conllevan cierta tristeza en dicho jugador, que puede al final sentirse tentado de no volver a jugar al othello, puesto que le puede llegar a provocar cierto malestar. Creo que aquí es fundamental comprender el othello, un juego donde la suerte influye y donde muchas partidas se deciden en el juego final, y ser consciente de que aunque pierdas ciertos juegos, también vas a ganar muchos otros. Lo importante no es dejarte llevar por las derrotas, sino aplicar la psicolgía contraria. Como me dijo el psicólogo, son pocas las personas que en vez de centrarse en sus fracasos, se fijan más en sus éxitos y recuerdan su vida centrándose en los mismos, y en general son personas más felices. 

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